Autor: Josep Miquel Bonet Santacreu
La guerra civil marcó un antes y un después en los asuntos religiosos del pueblo. Con anterioridad a ese conflicto, en Fet vivían sacerdotes en la casa de la Badia o Abadia. El cura que había en la República, Federico Subías Coronas, huyó en los primeros días de la guerra, y lo asesinaron en el pueblo de Azara (Huesca), que estaba cerca del pueblo donde nació (1).
Durante todo el periodo de dominio republicano durante la contienda bélica el pueblo estuvo desatendido en los asuntos religiosos, y los niños nacidos en ese periodo no pudieron bautizarse inmediatamente, tal y como preconizaba en aquellos momentos la iglesia católica; tuvieron que esperar a que el pueblo fuese conquistado por los franquistas.
Al pasar la guerra civil, no vino a vivir ningún mosén en el pueblo, asumiendo la función de pastor espiritual el cura de Estopiñán.
A pesar de la ausencia sacerdotal, el régimen franquista tenía el propósito de imponer la religión a su población. Por ejemplo estaba prohibido trabajar durante los domingos, y hasta tenemos noticias que la guardia civil puso una multa a un señor de Monfalcó cuando lo sorprendieron trabajando.
Cuando el bando nacional conquistó el pueblo, se hizo una gran ceremonia cuando se “redescubrió” el Santo Cristo escondido durante la guerra civil (2).
Hay que destacar que la iglesia católica aún seguía con el antiguo ritual en el cual se hacían las misas en latín, los curas llevaban sotana siempre, para saludarlos había que besarles la mano y el mosén hacía la ceremonia litúrgica de la misa mirando al altar y dando la espalda a los feligreses.

El primer cura que venía a Fet desde Estopiñán se llamaba Jaime Capell Farré (mosén Chaume), y era hijo de Torregrossa (Lérida). Tenía que dar servicio religioso a Estopiñán, Fet, Finestras, Caserras y Estaña. Era considerado en el pueblo como un cura muy tacaño y pesetero, dado que intentaba cobrar para hacer las ceremonias (bautizos, entierros, …) independientemente de las posibilidades de cada casa, Las malas lenguas decían que incluso pasaba frío y se tapaba con una manta para no gastar leña en el invierno.
Las únicas ocasiones en las cuales acudía a Fet eran para la fiesta mayor, los bautizos, entierros y casamientos.
La gente intentaba acumular ceremonias, lo cual no era bien visto por el cura. Una anécdota de esto fue cuando nació Paco Santacreu Tomás de casa Tomás; los de esta casa esperaron que naciese Teresa Tomás Bosque de casa Guillem, para hacer la ceremonia de bautizo de forma conjunta. Paco ya casi caminaba cuando lo bautizaron, y el mosén recriminó a la familia que lo hiciera tan tarde. La madre de Paco, Carmen Tomás Torres, dijo que se había hecho muy grande sin la administración inmediata del bautismo, a lo que mosén Chaume respondió: “También los tocinos (cerdos) en la corraleta medran (crecen) sin bautizarlos”.
La comunión se celebraba coincidiendo con otras festividades o ceremonias. Así María Santacreu Tomás de casa Tomás la hizo el día de la fiesta mayor; el mosén reunió a todos los niños delante de la iglesia y les preguntaba cosas de la doctrina que les habían enseñado en la escuela, y después se hizo la ceremonia en la iglesia. Su hermano Luís Santacreu hizo la comunión el día de la boda de Josefina Santacreu Tomás de casa Gotarda.
La confirmación la hacían en Estopiñán; el grupo de muchachos y muchachas de entre 17 y 18 años se desplazaban a este pueble para cumplir este sacramento de la iglesia católica.
Algunas romerías habituales de antes de la guerra, como por ejemplo la de ir a la ermita de Bellmont por la fiesta mayor, y la romería que se hacía el día 1 de mayo, en la cual la gente iba a un pilaret o peirón que había en la partida de la Creu, se dejaron de hacer.
Los domingos, la gente sustituyó la misa por un rosario que recitaba la abuela de casa Guillem, Teresa Quintillá Turmo; a esta ceremonia solamente iban las mujeres (con alguna excepción como por ejemplo Dolores Mauri Salazar de casa Miquel) y los niños. Los hombres se dedicaban a asuntos más mundanos, como por ejemplo ir a cazar, que era la principal diversión de los domingos.
Por la semana santa, en el Jueves y Viernes Santo, la gente engalanaba la iglesia con sábanas y luces. También sembraban trigo en las bodegas de las casas para que naciese blanco al no tener luz, y luego lo ponían en la iglesia como ornamentación. En esos días no se podían tocar las campanas debido a que estaba en tránsito Jesucristo, y hacían pasar a los muchachos por las calles tocando unas matracas. Nuestros informadores nos han contado que un año, el niño Miguel Bordalés Tolsá, de casa Miquel, que era el líder de la muchachada, no quiso tocar las matracas, y los demás le siguieron y ese año no se hizo esa tradición. Después de mosén Chaume, venía a hacer ceremonias puntuales un mosén de Estopiñán, que era originario de Rosselló (Lérida), i que sería el último que cura del pueblo cuando este estaba habitado.
- De este hecho hablamos en la entrada “Persecución religiosa en Fet”
- De la ocultación de la imagen y el posterior “redescubrimiento y celebración de la ceremonia religiosa hablamos en las entradas siguientes: “Visita de los “anarquistas” a Fet (3). La destrucción de los símbolos religiosos” y “Represión franquista en Fet. Referencias a la destrucción de imágenes de la iglesia”
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NOTA FINAL.- La próxima entrada se hará el 21 de octubre de 2022
2 comentarios en “Asuntos religiosos en el Fet de la postguerra”